¿Quién ha vestido de languidez mi cuerpo? Disfrútalo, dijo, y cerró la boca. Que a mano no haya palabra menos macabra no es su culpa. Agradezco que no la abra en vano, si a cuestas lleva el insomnio que taladra el agujero para respirar la fuga. La lengua tocará certera lo cerrado: queremos decir oruga, jardines, y cosas que cuidar. Pero la boca, su sobriedad gusta no de ser liebre sino tortuga. y la privación de la tinta arriar del elogio a lo que asusta.
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