----¿Y la alternativa neurológica?
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Eran preguntas de rutina----razonaba Anna. diálogos de rutina que se podían completar sin hacer uso del rostro. No era tímida, pero había perdido interés en intimar miradas con desconocidos cuando sus palabras debían dar fe de sí mismas, y sin embargo no eran suficiente. El tiempo de esta historia ignoraba la fuga que la había expelido hasta esa puerta. Y el crujido de la silla al acomodarse. El roce de la tela del pantalón. El espacio de la relación tenía un cuerpo propio ----eso también se ignoraba---- y ahí las posibilidades eran fantasmas arrastrando cadenas para llamar la atención. Anna escuchaba el tiempo abierto a la respuesta, esperando que algo más acudiera a la invitación. Por momentos lo andado se deshacía solo, diluido y concentrado, adquiriendo fuerza en una nueva forma. Saber reconocer la forma del deseo en el espacio de la relación que tenía un cuerpo propio, se dijo Anna, aunque usó otras palabras.
Como una ráfaga de aíre. Como el tramo entre hoy y mañana.
En otras superficies, este mismo fenómeno había sido creativamente administrado. El lubricante y su propios fluidos, la estela clara de un calamar sobre las sábanas, reservada a la vista que un día que comenzó a archivar sus propios recuerdos. Tanto arte que se pierde por falta de dirección.
----Anna suspira----