El significado de la empatía para Keller no le llevaría a preguntarse qué estará sintiendo Anna. Imaginar su dolor, hacerle preguntas, intuir información que no podría aparecer en esas páginas. Si la pupila cedía a la tensión, licuificando los bordes de las palabras, reglones, el blanco y si se espigaran las curvas de las cursivas, afilaran los vectores de la imprenta, las pupilas volvieran a fijarse en el falso centro imán de letras, extendiendo el suspenso de estos puntos suspensivos más allá de la amnesia, más allá de la profundidad epidémica y volver a recuperar la memoria en la misma página que lo arrojó al agua, aferrado a esas páginas que se aferraban a él como al veredicto de su existencia.
Anna, la mujer que tenía enfrente, podía imaginarse el mundo sin ella, su mejor futuro posible, el fin de su vida y aún así presentir la memoria de los amaneceres que persistían en su ausencia.
La única vez que Keller se había olvidado en la imaginación del otre, era para envidiar la sensación de ser penetrado por Keller mismo. "Debe ser maravilloso que un hombre como yo te penetre así", le dijo al androide que cumplía las funciones de trabajadora sexual una vez al mes por cuenta de la República —parte de los beneficios de trabajar en salud pública eran los programas destinados a mejorar la salud mental de sus empleados, pues no había peor marketing para la eutanasia que el suicidio de sus apóstoles.
Con estos antecedentes no era descartable que Keller simplemente no pudiese formular una pregunta.
¿A dónde lo llevaría ese desvío? Los efectos de lo que no estaba en el libreto no habían sido calculados, cualquier cosa podía pasar, Anna le podía devolver la pregunta o mirarlo para escrutar su inteligencia, sensibilidad, regresar con los bolsillos vacíos de humanidad, pero llena dela empatía de la que él carecía. Ser observado con la lástima de los que padecen su vida y su muerte, y llevan ambos consigo. Keller se aferraba con más fuerza al manojo de hojas que de pronto parecía querer desprenderse de su rapto.